torio y se sentS en la silla dura de respaldo recto. "¿AdSnde quiere ir a parar?", pensS, febrilmente. "¿QuI es todo ese material nuevo? Tal vez lo encontraron en otras Zonas y trata de hacerme pasar por tonto, el muy cerdo. Nunca me tuvo aprecio; este viejo zorro; no se puede olvidar de aquella copia." - Prosigamos con nuestro pequeYAo examen - anunciS Lemchen, mientras apartaba una esquina del cortinaje para mirar por la ventana -. EstA diluviando. Me gusta. SoltS la cortina, volviS a sentarse en el sillSn y preguntS, mirando hacia el cielo raso: - ¿CSmo anda el viejo Burbridge? - ¿Burbridge? Cuervo Burbridge estA bajo vigilancia. EstA invAlido y en muy buena posiciSn. No tiene vinculaciones con la Zona. Es dueYAo de cuatro bares y de una escuela de baile. Organiza picnics para los oficiales del cuartel y para los turistas. Dina, la hija, lleva una vida disoluta. Arthur, el hijo, acaba de graduarse en la escuela de leyes. El seYAor Lemehen asintiS, satisfecho. - ¿Y quI hace Creonte, el maltIs? - Es uno de los pocos merodeadores que siguen activos. Anduvo con la banda de Quasimodo; ahora vende su botMn al Instituto utilizAndome como intermediario. Le doy rienda libre: tarde o temprano alguien lo harA desaparecer. zltimamente bebe mucho; creo que no va a durar. - ¿Contactos con Burbridge? - Anda detrAs de Dina. Sin resultados. - Muy bien - dijo el seYAor Lemehen -. ¿QuI sabe de Red Schuhart? - SaliS de la cArcel el mes pasado. No tiene dificultades econSmicas. TratS de emigrar, pero tiene... Noonan hizo una pausa. Al fin completS: - Bueno, tiene problemas de familia. No le queda tiempo para la Zona. - ¿Eso es todo? - Es todo. - No parece mucho. ¿QuI pasa con Suertudo Carter? - Hace muchos aYAos que dejS el merodeo. Vende coches usados y tiene un taller para adaptar automSviles al asM-asM. Cuatro hijos; la mujer muriS el aYAo pasado. Tiene suegra. Lemehen asintiS. - Bueno, ¿a quiIn he olvidado de los viejos? - preguntS amablemente. - A Jonathan Miles, mAs conocido como Cacto. EstA en el hospital; va a morir de cAncer. Y olvidS a Gutalin. - Ah, sM, sM, ¿quI se sabe de Gutalin? - Sigue en lo mismo. Tiene una banda de tres hombres. Van a la Zona y pasan allM varios dMas en cada oportunidad, destrozando todo lo que encuentran. Su antigua organizaciSn, los angeles Luchadores, se disolviS. - ¿Por quI? - Bueno, usted recordarA que solMan comprar botMn; Gutalin lo llevaba nuevamente a la Zona: las cosas del demonio debMan estar con el demonio. Ahora no tienen nada que comprar; ademAs el nuevo director del Instituto los ha hecho perseguir por la policMa. - Comprendo - dijo el seYAor Lemehen -. ¿Y quI hay de los jSvenes? - Bueno, los jSvenes van y vienen. Hay cinco o seis con un poco de experiencia, pero Zltimamente no tienen quiIn reduzca el botMn, de modo que estAn perdidos. Los estoy adiestrando poco a poco. Creo que los merodeos han cesado casi por completo en mi Zona, jefe. Los antiguos estAn retirados, los jSvenes no saben quI hacer y el prestigio de la profesiSn se va perdiendo. La tecnologMa ha ganado terreno. Ahora hay merodeadores robSticos. - SM, si, eso he oMdo decir. Pero las mAquinas necesitan mucha energMa. ¿O me equivoco? - Es cuestiSn de tiempo, no mas. Pronto valdrA la pena. - ¿CuAndo? - En cinco o seis aYAos. El seYAor Lemehen volviS a asentir. - A propSsito, tal vez usted no sabe que el enemigo ha empezado a emplear los merodeadores automAticos. - ¿En mi Zona? - preguntS Noonan, poniIndose en guardia. - TambiIn en la suya. Tienen la base en RexSpolis; desde allM trasladan el equipo en helicSptero, por sobre las montaYAas, hasta el CaYASn Serpiente, hasta el Lago Negro y al pie de las colinas de Monte Rocoso. - Pero ese es el perMmetro de la Zona - dijo Noonan, suspicaz -. Esa Area estA vacMa. ¿QuI pueden encontrar allM? - Muy poco, muy poco, pero algo encuentran. De cualquier modo era una informaciSn, nada mAs; eso no le concierne. Recapitulemos. En Harmont no quedan ya, prActicamente, merodeadores profesionales. Los que aZn siguen aquM ya no tienen relaciSn con la Zona. Los jSvenes estAn perdidos y cercados. - El enemigo estA diseminado y se ha retirado a algZn rincSn a lamerse las heridas. No hay botMn, y cuando lo hay no se encuentra a quiIn vendIrselo. Los robos de materiales en la Zona de Harmont cesaron hace tres meses. ¿Correcto? Noonan guardS silencio. "Ahora, pensS. Ahora me la va a dar. Pero ¿dSnde estuvo el error? Ha de haber sido uno realmente grande. ¡Bueno, habla, viejo del diablo! ¡No demores las cosas!". - No he oMdo su respuesta - observS Lemehen, poniendo la mano como pantalla tras su oreja arrugada y velluda. - Bueno, jefe - dijo Noonan, sombrMo -. Basta ya. Me tiene frito y hervido, ahora pSngame en el plato. El seYAor Lemehen carraspeo vagamente. - No tiene nada que decir en su defensa - comentS, con inesperada amargura -. Se queda ahM, con las orejas bajas ante la autoridad. ¿CSmo le parece que me sentMa anteayer? Se interrumpiS para levantarse y se acercS a la caja fuerte. - Para abreviar: en los dos Zltimos meses, segZn nuestra informaciSn, el enemigo ha recibido mAs de seis mil artMculos provenientes de las diversas Zonas. Se detuvo ante la caja fuerte, palmeS su flanco pintado y se volviS Asperamente hacia Noonan. - ¡No se consuele con ilusiones! - gritS -. ¡Las huellas digitales de Burbridge! ¡Las del MaltIs! ¡Las de Ben Halevy, el NarigSn, a quien usted ni siquiera se dignS mencionar! ¡Las de Hindus Heresh y Pygmy Zmyg! ¿AsM entrena usted a sus jSvenes? ¡Brazaletes, alfileres, molinetes blancos! Y encima ese asunto de los ojos de langosta, los cascabeles de perra, las servilletas repiqueteantes, sean lo que sean! ¡Al diablo con todo! VolviS a interrumpirse, se instalS nuevamente en el sillSn, formS otra torre con los dedos y preguntS cortIsmente: - ¿QuI piensa usted de todo esto, Richard? Noonan se secS la frente con el paYAuelo. - No sI nada de todo esto - respondiS sinceramente -. perdone, jefe, estoy un poco... DIjeme recobrar el aliento, ¡Burbridge! Pero si Burbridge ya no tiene nada que ver con la Zona. ¡Le sigo todos los pasos! Organiza picnics y cScteles a la orilla de los lagos y gana muchMsimo con eso. ¡No necesita mAs dinero! Perdone, creo que estoy diciendo tonterMas, pero le aseguro que no lo he perdido de vista desde que saliS del hospital. - Bueno, no quiero demorarlo mAs - dijo el seYAor Lemchen -. Le concedo una semana. A ver si me trae alguna idea sobre cSmo llega el material de la Zona a manos de Burbridge... y los otros. AdiSs. Noonan se levantS, saludS al perfil de Lemehen y saliS a la recepciSn, aZn enjugAndose el cuello sudoroso. El joven bronceado estaba fumando y contemplaba pensativamente las entraYAas del mutilado aparato electrSnico. Su mirada, al posarse brevemente en Noonan, pareciS tan vacMa como si estuviera mirando hacia dentro. Richard Noonan se encasquetS el sombrero, agarrS su impermeable y saliS. Nunca le habMa pasado algo asM. Sus pensamientos, confusos, parecMan enmaraYAarse. Debo... ¡Ben J. Halevy el NarigSn! ¡Hasta apodo tiene! ¿CuAndo? Es sSlo un pequeYAo novato, un mocoso. No, aquM pasa algo raro. Ese rengo de porquerMa, Cuervo, esta vez me agarrS. Me pescS en pelotas. ¿CSmo pudo ocurrir? Justo como aquella vez, en Singapur; la cara sobre la mesa y de golpe aplastado contra la pared... SubiS al auto. Por un momento buscS en el tablero la llave de contacto, olvidado de todo. La lluvia le goteaba desde el sombrero sobre los pantalones. Se lo quitS y lo arrojS al asiento posterior sin mirar. El agua corrMa a chorros por el parabrisas; Richard Noonan tuvo la impresiSn de que eso le impedMa comprender cuAl era el prSximo paso a dar. Se dio unos coscorrones y se sintiS mejor. Inmediatamente recordS que no habMa llave ni podMa haberla, porque Il tenMa el asM-asM en el bolsillo. La pila eterna; habMa que sacarla del bolsillo, maldiciSn, y meterla en la instalaciSn. AsM podrMa a menos conducir el coche hasta alguna parte... alguna parte, lejos de ese edificio donde estaba el viejo hijo de puta, probablemente mirando desde una ventana. En el momento en que tendMa la mano hacia el asM-asM quedS inmSvil por un instante. Ya sI por quiIn empezar. EmpezarI con Il. ¡Oh, quI bien, empezar con Il! Nadie habrA empezado nunca con nadie como yo con Il. Y serA un placer. EncendiS los limpiaparabrisas y bajS por la avenida, sin ver casi nada frente a Il, pero calmAndose lentamente. Muy bien. Que sea como en Singapur. DespuIs de todo allA las cosas terminaron bien. ¡Y quI si me tiraron de cara contra la mesa de una sola vez! Pudo ser peor, pudo haber sido otra parte de mi cuerpo, o algo con clavos en vez de una mesa. Bueno, sigamos la pista. ¿DSnde estA mi pequeYAo negocio? No veo un pito. Ah, allM estA. No estaba dentro del horario comercial, pero el Cinco Minutos estaba tan iluminado como el Metropole. Richard Noonan, sacudiIndose como un perro que saliera del agua, entrS a aquella clara habitaciSn, que olMa a tabaco, perfume y champaYAa rancio. El viejo Benny, aZn sin uniforme, estaba sentado ante el mostrador, comiendo algo con el tenedor en el puYAo. Madame lo miraba comer, con los enormes pechos apoyados en el mostrador entre los vasos vacMos. AZn no habMan limpiado la suciedad de la noche anterior. Cuando Noonan entrS, Madame volviS hacia Il su cara ancha y espesamente maquillada; su primera expresiSn de enojo se disolviS en una sonrisa profesional. - ¡Hola! - dijo, con su voz profunda -. ¡El seYAor Noonan en persona! ¿ExtraYAaba a las chicas? Benny siguiS comiendo; era mAs sordo que una tapia. - ¡Saludos, anciana dama! ¿Para quI quiero a las chicas si tengo frente a mM a una mujer de veras? Benny, finalmente, notS su presencia y contorsionS en una sonrisa de bienvenida aquella cara horrible, cubierta de cicatrices azules y purpZreas. - ¡Hola, patrSn! ¿Lo trajo la lluvia? Noonan sonriS como respuesta y agitS la mano. No le gustaba hablar con Benny; habMa que gritar constantemente. - ¿DSnde estA mi gerente, compaYAeros? - preguntS. - En su cuarto - respondiS Madame -. Tiene que pagar maYAana los impuestos. - ¡Oh, esos impuestos! Bueno. Madame, por favor, busque a mi favorita. En seguida vuelvo. Caminando silenciosamente sobre la gruesa alfombra sintItica, cruzS el salSn y las puertas encortinadas de los cubMculos; junto a cada una habMa una flor pintada en la pared. EntrS en el silencioso pasillo sin salida y abriS sin golpear la puerta tapizada en cuero. Mosul Kitty estaba sentado al escritorio, examinando en el espejo una dolorosa lastimadura que tenMa en la nariz. Le importaba un bledo tener que pagar los impuestos al dMa siguiente. En el escritorio, completamente despejado, no habMa mAs que una jarra con ung|ento de mercurio y un vaso con cierto liquido claro. Mosul Kitty alzS hacia Noonan los ojos irritados y se levantS de un salto, dejando caer el espejo. Noonan, sin decir palabra, se sentS en el sillSn, frente a Il, y lo observS en silencio, oyIndole murmurar algo sobre la maldita lluvia y su reumatismo. DespuIs dijo: - Por quI no cierras la puerta, amigo. Mosul corriS hasta la puerta cacheteando el piso con los pies planos; hizo girar la llave y volviS al escritorio. InclinS sobre Noonan la cabeza peluda, fija en su boca la mirada leal. Noonan seguMa mirAndolo con los ojos medio cerrados; recordS entonces, por alguna razSn, que el verdadero nombre de Mosul Kitty era Rafael. Aquel hombre era famoso por sus grandes puYAos huesudos, purpZreos y desnudos entre el grueso vello que le cubrMa los brazos como una manga. Se habla puesto el apodo de Kitty porque estaba convencido de que era el nombre tradicional de los grandes reyes mongoles. Rafael. Bueno, Rafaelito, comencemos. - ¿CSmo andan las cosas? - preguntS gentilmente. - Todo en orden, jefe - replicS velozmente Rafael Mosul. - ¿Arreglaste el problema con la comisarMa? - CostS ciento cincuenta. Todo el mundo estA contento. - SaldrA de tu bolsillo. Fue culpa tuya, amigo. TenMas que encargarte de eso. Mosul puso cara patItica y extendiS las manos en seYAal de sumisiSn. - Hay que cambiar el parquet del salSn - dijo Noonan. - Lo haremos. Noonan hizo una pausa, arrugando los labios. - ¿BotMn? - preguntS, bajando la voz. - Hay un poco - respondiS Mosul, tambiIn en voz baja. - Veamos. Mosul corriS a la caja fuerte, sacS un paquete y lo abriS sobre el escritorio, frente a Noonan. iste revolviS con un dedo el montSn de gotitas negras; recogiS un brazalete y lo examinS por todos lados a antes de volver a ponerlo allM. - ¿Nada mAs? - No traen - explicS Mosul, culpable. - AsM que no traen - repitiS Noonan. ApuntS con cuidado y clavS la punta del pie, con toda su fuerza, en la espinilla de Mosul. Este, gruYAendo, se agachS para agarrarse el lugar dolorido, pero inmediatamente volviS a erguirse, en posiciSn de firme. Noonan saltS, aferrS a Mosul por el cuello y se acercS soltando patadas, haciendo girar los ojos, susurrando obscenidades. Mosul gemMa y gruYAMa, echando la cabeza hacia atrAs como un caballo asustado; retrocediS de ese modo hasta caer en el sofA. - AsM que trabajas para los dos bandos, ¿eh? GrandMsimo hijo de puta - siseS Noonan, bien frente a sus ojos aterrorizados -. Cuervo Burbridge estA nadando en botSn y tZ me traes cuentitas envueltas en papel. Le dio una bofetada en pleno rostro, tratando de golpearle la magulladura de la nariz. - Te harI meter en la cArcel. TendrAs que dormir sobre estiIrcol y comer pan duro. ¡Vas a maldecir el dMa en que naciste! Otro golpe a la nariz lastimada. - ¿De dSnde saca Burbridge el botMn? ¿Por quI se lo llevan a Il y no a ti? ¿QuiIn lo trae? ¿CSmo es posible que yo no sepa nada? ¿Para quiIn trabajas, cerdo asqueroso? ¡Habla! Mosul abriS y cerrS la boca, mudo. Noonan lo dejS ir, volviS a la silla y puso los pies sobre el escritorio. - ¿Y? - preguntS. Mosul sorbiS la sangre que le chorreaba de la nariz y dijo: - De veras, patrSn, ¿quI pasa? ¿QuI botMn puede tener Cuervo? No tiene nada. Nadie tiene. - ¡QuI! ¿Vas a discutir conmigo? - preguntS suavemente Noonan, bajando los pies. - No, no, patrSn, de veras - fue la apresurada respuesta -. ¿Yo, discutir con usted? ¡Ni soYAarlo! - Voy a deshacerme de ti - amenazS Noonan -. No sabes trabajar. ¿Para quI diablos te quiero, grandMsimo tal por cual? Tipos como tZ hay por docenas. Lo que necesito es un hombre de verdad, que sepa moverse. - Espere, patrSn - replicS Mosul razonablemente, untAndose toda la cara con sangre -. ¿Por quI me ataca asM, tan de pronto? Hablemos un poco. Se tocS la nariz cautelosamente y agregS: - Usted dice que Burbridge tiene botMn a montones. No sI, pero alguien le ha estado mintiendo. En estos dMas nadie tiene botMn. DespuIs de todo, ahora sSlo los novatos entran a la Zona y son los Znicos que salen. No, patrSn, alguien le ha mentido. Noonan lo observaba disimuladamente. Al parecer Mosul, en verdad, nada sabMa. De cualquier modo no le habrMa convenido, mentir; Cuervo Burbridge no pagaba muy bien. - Esos picnics, ¿dejan ganancias? - ¿Los picnics? No creo. No es como para nadar en plata. Pero ya no queda nada que dI ganancias en esta ciudad. - ¿DSnde se hacen esos picnics? - ¿DSnde? Bueno, en diferentes lugares. Junto a la MontaYAa Blanca, en las Fuentes TermalcA, en el lago Arcoiris... - ¿QuiInes son los clientes? - ¿Los clientes? - Mosul olfateS, parpadeS y hablS en tono confidencial -. Si piensa dedicarse usted tambiIn a ese negocio, patrSn, no se lo aconsejo. No podrA competir mucho contra Cuervo. - ¿Por quI? - Los clientes de Cuervo son los cascos azules, para empezar - respondiS el grandote, contando los argumentos con los dedos -. DespuIs, oficiales del puesto de comando. DespuIs, los turistas del Metropole, el Lirio Blanco y el Plaza. AdemAs hace mucha propaganda. Hasta los de aquM van con Il. De veras, patrSn, no vale la pena mezclarse en este negocio. Tampoco nos paga mucho por las chicas, usted ya sabe. - ¿AsM que los de aquM tambiIn van con Il? - La gente joven, en su mayorMa. - Bueno, ¿quI pasa en esos picnics? - ¿QuI pasa? Vamos en Smnibus, ¿entiende? Y cuando llegamos todo estA listo: mesas, carpas, mZsica... Y todos la disfrutan. Los oficiales suelen ir con las muchachas. Los turistas van a mirar la Zona; si es en Fuentes Termales la Zona estA a un tiro de piedra, del otro lado del CaYASn Sulfuroso. Cuervo ha desparramado unos cuantos huesos de caballo por ahM y se los muestra con binoculares. - ¿Y los de aquM? - ¿Los de aquM? Bueno, eso no les interesa, por supuesto.. Se divierten de otro modo. - ¿Y Burbridge? - ¿Burbridge? Burbridge... es como cualquier otro. - ¿Y tZ? - ¿Yo? Yo soy como cualquier otro. Vigilo que nadie lastime a las chicas y... bueno, como cualquier otro, mAs o menos. - ¿Y cuAnto dura todo eso? - Depende. A veces tres dMas, a veces una semana entera. - ¿Y cuAnto cuesta ese viaje de placer? - preguntS Noonan, ya pensando en algo completamente distinto. Mosul respondiS, pero Il no le prestS atenciSn. AhM estA la cosa, pensaba; varios dMas, varias noches; en esas condiciones es simplemente imposible vigilar a Burbridge, por mucho que se quiera. Pero seguMa sin entender. Burbridge no tenMa piernas, y allM estaba el barranco. No, habMa algo mAs. - Entre los de aquM, ¿quiInes son los clientes habituales? - ¿Entre los de aquM? Ya se lo dije, los jSvenes, en su mayor parte. Ya sabe, Halevy, Rajba, el Pollo Tsapfa, ese muchacho, Zmyg... El MaltIs tambiIn va con frecuencia. Un lindo grupito. Le dicen la escuela dominical. ¿Vamos a la escuela dominical?, dicen. Se dedican a las seYAoras grandes y hacen bastante dinero. Algunas fulanas viejas que vienen de Europa... - La escuela dominical... - repitiS Noonan. Se le habMa ocurrido un pensamiento extraYAo. Escuela. Se levantS. - Muy bien - dijo -. Al diablo con los picnics. Eso no es para nosotros. Pero entiIndeme bien: Cuervo tiene botMn y ese negocio es nuestro, amigo. Busca, Mosul, busca o te echarI a los perros. DSnde lo consigue, quiIn se lo da. DescZbrelo y daremos un veinte por ciento mAs. ¿Entiendes? - Entiendo, patrSn. Mosul tambiIn estaba de pie, en posiciSn de firme, con la lealtad pintada en el rostro manchado de sangre. - ¡MuIvete! ¡Usa el cerebro, animal! - le gritS Noonan al marcharse. Ya en el bar tomS rApidamente su aperitivo, charlS un rato con Madame sobre la decadencia moral, sugiriS que planeaba agrandar el negocio y, bajando la voz para lograr mAs Infasis, le pidiS consejo sobre lo que podMa hacer con Benny; el pobre estaba viejo, sordo y lento de reacciones; ya no se movMa como antes. Ya eran las seis y tenMa hambre. Un pensamiento le daba vueltas en el cerebro, salido de la nada, pero capaz de explicar muchas cosas. En realidad ya se habMan aclarado muchas; estaba desapareciendo el aura mMtica que tanto lo irradiaba y lo fastidiaba en ese asunto. SSlo quedaba en Il la desilusiSn de no haber calculado antes esa posibilidad. Pero lo mAs importante era eso que seguMa flotando en su cabeza sin darle paz. Se despidiS de Madame, estrechS la mano a Benny y fue directamente al Borscht. El problema es que no nos damos cuenta de cSmo se van los aYAos, pensS. Al diablo con los aYAos; no nos damos cuenta de que todo cambia. Sabemos que todo cambia, nos enseYAan desde chicos que todo cambia y vemos cambiar las cosas con nuestros propios ojos, muchas veces; sin embargo somos totalmente incapaces de reconocer el momento en que el cambio se produce, o lo buscamos donde no estA. Ahora hay nuevos merodeadores, creados por la cibernItica. El antiguo merodeador era un tipo sucio y sombrMo, que se arrastraba centMmetro a centMmetro por la Zona, de panza, con tozudez de mula, juntando su botMn. El nuevo merodeador es un pisaverde de corbata fina, un ingeniero que se sienta a dos kilSmetros de la Zona con un cigarrillo en la boca y un buen vaso al lado, sin nada que hacer, salvo vigilar unas pocas pantallas. Un caballero a sueldo. Muy lSgico. Tan lSgico que a nadie se le ocurren las otras posibilidades. Pero hay otras posibilidades: la escuela dominical, por ejemplo. Y de pronto, desde la nada, surgiS una oleada de desesperaciSn que lo tragS por completo. Todo era inZtil, sin sentido. Dios mMo, pensS, ¡no podremos hacer nada! ¡No tenemos fuerzas para combatir esta plaga! No porque trabajemos mal, ni porque ellos sean mAs inteligentes, sino porque as! es el mundo; y asM estA el hombre en el mundo. Si nunca hubiIramos tenido una VisitaciSn habrMa sido otra cosa. Los cerdos siempre encuentran el barro. El Borscht estaba encendido y de Il brotaba un olor delicioso. TambiIn el Borscht habMa cambiado; ya no habMa baile ni diversiones; Gutalin no iba mAs, lo habMan hecho a un lado. Y si Redrick Schuhart hubiera asomado la nariz, probablemente se habrMa marchado haciendo una mueca. Ernest seguMa en la jaula; era la vieja, su mujer, la que finalmente habMa vuelto a poner en marcha el local, con una clientela sSlida y estable. Todo el personal del instituto almorzaba allM, incluyendo a los funcionarios mAs importantes. Los reservados eran bonitos; la comida, buena; los precios, razonables; la cerveza, burbujeante. Una buena taberna a la usanza antigua. Noonan descubriS a Valentine Pilman en uno de los reservados. El laureado cientMfico tomaba cafI y leMa una revista doblada en dos. Noonan se acercS, preguntando: - ¿Puedo sentarme con usted? Valentine volviS hacia Il sus anteojos oscuros. - Ah, sM, por favor. - Un segundo. Primero voy a lavarme. Acababa de recordar lo de la nariz de Mosul. AllM lo conocMan bien. Cuando volviS al reservado de Valentine, le esperaba un plato de embutidos humeantes y una jarra de cerveza, ni frMa ni caliente, como a Il le gustaba. Valentine dejS la revista y tomS un sorbo de cafI. - EscZcheme, Valentine - dijo Noonan, cortando la carne -. ¿CSmo piensa que terminarA todo esto? - ¿QuI cosa? - La VisitaciSn. Las Zonas, los merodeadores, los complejos militar-industriales... todo. ¿CSmo puede terminar? Valentine lo mirS por largo rato con sus lentes negras impenetrables. - ¿Para quiIn? Especifique. - Bueno, digamos que para nuestro sector del planeta. - Eso depende de la suerte que tengamos. Ahora sabemos que en nuestro sector del planeta la VisitaciSn no dejS efectos posteriores, en su mayor parte. Eso no descarta, por supuesto, la posibilidad de que al sacar todas esas castaYAas del fuego saquemos algo que arruine la vida, no sSlo la nuestra sino la de todo el planeta. Eso serMa mala suerte. Pero admitirA usted que esa amenaza pende siempre sobre la humanidad. RiS entre dientes y prosiguiS: - Le dirI: hace tiempo he perdido el hAbito de hablar sobre la humanidad en general. La humanidad, como un todo, es un sistema demasiado fijo; no hay modo de cambiarlo. - ¿Le parece? Puede ser, quiIn sabe. - Sea sincero, Richard - dijo Valentine, obviamente entretenido -. ¿En quI ha cambiado su vida con la VisitaciSn? Usted es un hombre de negocios. Ahora sabe que hay al menos otra criatura racional en el universo, ademAs del hombre. - ¿QuI puedo decirle? Noonan hablaba en murmullos. Lamentaba haber iniciado la conversaciSn; no habMa nada de quI hablar. - ¿QuI ha cambiado para mM? - prosiguiS -. Bueno, desde hace varios aYAos me siento intranquilo, inseguro. Bien. Ellos vinieron y se fueron en seguida. ¿QuI pasarMa si volvieran y decidieran quedarse? Como hombre de negocios debo tomar esta cuestiSn en serio: quiInes son, cSmo vinieron y quI necesitan. En el nivel mAs bAsico, tengo que pensar en cSmo cambiar mi producciSn. Debo estar preparado. ¿Y si yo resultara ser totalmente superfluo en el sistema de ellos? Noonan se iba animando. - ¿Y si todos somos superfluos? - continuS - Escuche, Valentine, ya que estamos hablando de esto, ¿hay respuesta para estas preguntas? ¿QuiInes son, quI quieren, y si regresarAn? - Hay respuestas - dijo Valentine, sonriendo -. Montones de respuestas. Puede elegir. - Y usted, ¿quI piensa? - A decir verdad nunca me permitM el lujo de pensar seriamente en eso. Para mM la VisitaciSn es, fundamentalmente, un acontecimiento Znico que nos permite saltar varios escalones en el proceso del conocimiento. Como un viaje al futuro de la tecnologMa. Como si un generador cuAntico fuera a parar al laboratorio de Isaac Newton. - Newton no habrMa entendido nada. - Se equivoca. Newton era muy perspicaz. - ¿De veras? Bueno, de cualquier modo, quiIn habla de Newton. ¿QuI piensa de la VisitaciSn? Puede contestar en broma. - De acuerdo, le dirI. Pero debo advertirle que su pregunta, Richard, cae bajo el rStulo de la xenologMa. XenologMa: mezcla artificial de ciencia ficciSn y lSgica formal. Se basa en la premisa falsa de que la psicologMa humana es aplicable a los seres inteligentes extraterrestres. - ¿Falsa por quI? - preguntS Noonan. - Porque los biSlogos ya se han roto el seso tratando de aplicar la psicologMa humana a los animales. Y eran animales terrAqueos. - PerdSneme, pero este asunto es muy distinto. Estamos hablando de la psicologMa de seres racionales. - Si, y todo estarMa muy bien si supiIramos al menos quI es la razSn. - ¿No lo sabemos? - preguntS Noonan, sorprendido. - CrIase o no, no lo sabemos. Por lo comZn se emplea una definiciSn trivial: la razSn es la parte de la actividad humana que diferencia al hombre de los animales. Es como un intento de distinguir al amo del perro, que comprende todo pero no puede hablar. En realidad, esta definiciSn trivial da origen a otra mAs ingeniosa, basada en la amarga observaciSn de las actividades humanas ya mencionadas. Por ejemplo: la razSn es la capacidad que permite a una criatura viva llevar a cabo actos irracionales o antinaturales. - Si, eso se refiere a nosotros, a mM y a los que son como yo - concordS Noonan, amargamente. - Por desgracia. O quI le parece esta definiciSn hipotItica: la razSn es una especie de instinto complejo que aZn no se ha formado del todo. Eso implica que la conducta instintiva es siempre natural y que persigue un fin. Dentro de un millSn de aYAos nuestro instinto habrA madurado y dejaremos de cometer los errores que probablemente debemos a la razSn. Y entonces, si algo cambiara en el universo, todo -; nos extinguirMamos..., precisamente porque habrMamos olvidado cSmo cometer errores, es decir, cSmo intentar varios enfoques que no han sido estipulados por un programa inflexible de alternativas permitidas - Usted se las arregla para que suene despectivo. - De acuerdo, probemos con otra definiciSn, una muy noble y sublime. La razSn es la capacidad de utilizar las fuerzas del medio sin destruir ese medio. Noonan hizo una mueca y sacudiS la cabeza. - No, eso no se refiere a nosotros. ¿QuI. le parece Ista? El hombre, a diferencia del animal, es una criatura dotada de una indefinible necesidad de conocimiento. Lo leM en alguna parte. - Yo tambiIn. Pero el problema consiste en que el hombre comZn (ese en que usted piensa al hablar de "nosotros" y "los otros") supera con mucha facilidad esa necesidad de conocimiento. Ni siquiera creo que haya tal necesidad. La hay, sM, pero de comprender, y para eso no hace falta el conocimiento. La hipStesis de Dios, por ejemplo, nos proporciona una oportunidad incomparablemente absoluta de comprenderlo todo sin conocer nada. Da al hombre un sistema muy simplificado del mundo y explica todos sus fenSmenos sobre la base de ese sistema. Esa clase de enfoques no requiere conocimiento de ninguna especie. SSlo unas pocas fSrmulas aprendidas de memoria, mAs lo que la gente llama intuiciSn y lo que llama sentido comZn. - Un momento - dijo Noonan. TerminS su cerveza y depositS ruidosamente la jarra sobre la mesa. DespuIs contestS: - No se salga del tema. Volvamos al tema de nuestra conversaciSn. El hombre se encuentra con una criatura extraterrestre. ¿CSmo descubren ambos que los dos son criaturas racionales? - No tengo la menor idea - dijo Valentine, con gran placer -. Todo lo que he leMdo sobre ese tema cae en un cMrculo vicioso. Si son capaces de establecer contacto, son racionales. Y viceversa; si son racionales son capaces de establecer contacto. Y en general: si una criatura extraterrestre tiene el honor de dominar una psicologMa humana, es racional. Una cosa asM. - ¿Ah, sM? ¡Y yo creMa que ustedes tenMan todo bien acomodado, cada cosa en su casillero! - Los monos tambiIn pueden poner cosas en casilleros - replicS Valentine. - No, espere - exclamS Noonan, sintiIndose defraudado por algZn motivo -. Si no saben cosas tan simples como Isa... Bueno, al diablo con la razSn. Por lo visto es un verdadero pantano. Okey, pero ¿quI pasa con la VisitaciSn? ¿QuI piensa usted de la VisitaciSn? - SerA un placer. Imagine un picnic. Noonan se estremeciS. - ¿QuI dijo? - Un picnic. Imagine un bosque, una pradera. Un coche sale de la ruta y se de Il baja un grupo de gente joven, con botellas, cestos de comida, radios a transistores y mAquinas fotogrAficas. Encienden fuego, arman carpas, ponen mZsica. Por la maYAana se marchan. Los animales, los pAjaros y los insectos que los han estado observando horrorizados durante la larga noche vuelven a salir de sus escondrijos. ¿Y con quI se encuentran? Nafta y aceite derramados en el pasto. VAlvulas y filtros usados, estropajos, bombitas quemadas y alguna llave inglesa que alguien olvidS. Manchas de aceite en el estanque. Y tambiIn, por supuesto, las basuras de costumbre: corazones de manzana, envolturas de caramelos, restos chamuscados de la hoguera, latas, botellas, un paYAuelo, una navaja, periSdicos destrozados, monedas, flores marchitas recogidas en otra pradera. - Ya entiendo; un picnic junto al camino. - Precisamente. Un picnic junto a algZn camino del cosmos. Y usted pregunta si van a volver. - DIjeme fumar un cigarrillo. ¡Maldita sea esta seudociencia! Lo habMa imaginado todo muy distinto. - EstA en su derecho. - Eso significa que ni siquiera repararon en nosotros. - ¿Por quI? - Bueno al menos que no nos prestaron atenciSn. - En su lugar, yo no me preocuparMa por eso, ¿sabe? Noonan aspirS el humo, tosiS y arrojS el cigarrillo. - No me preocupo - dijo, terco -. No puede ser asM. ¡Malditos sean todos ustedes, los cientMficos! ¿De dSnde sacan tanto disgusto con respecto al hombre? ¿Por quI tratan siempre de poner a la humanidad por el suelo? - Un momento - dijo Valentine -. Escuche: - y citS: - "¿Me Pregunta usted en quI consiste la grandeza del hombre? ¿En que recrea la naturaleza? ¿En que domina las fuerzas cSsmicas? ¿En que conquistS el planeta en poco tiempo y abriS una ventana al universo? ¡No! En que, a pesar de todo eso, ha sobrevivido y tiene intenciones de seguir sobreviviendo en el futuro". Hubo un silencio. Noonan pensaba. - No se deprima - le dijo Valentine, con amabilidad -, Eso del picnic es una teorMa mMa, nada mAs. Ni siquiera una teorMa: imaginaciSn, simplemente. Los xenSlogos serios estAn trabajando en versiones mucho mAs consistentes y halagadoras para la vanidad humana. Por ejemplo, que todavMa no se produjo la VisitaciSn, sino que estA por venir. Una cultura altamente racional arrojS envases con artefactos de su civilizaciSn hacia la Tierra. Esperan que estudiemos esos artefactos, que demos un gigantesco salto tecnolSgico y que enviemos una seYAal de respuesta, indicando que estamos listos para el contacto. ¿Le gusta Isa? - Es mucho mejor. Veo que, despuIs de todo, entre los cientMficos hay gente decente. - AquM tiene otra. La VisitaciSn ha tenido lugar, pero no ha terminado, ni por asomo. Estamos en contacto incluso mientras hablamos, aunque no tenemos conciencia de ello. Los visitantes viven en la Zona y nos observan cuidadosamente, mientras nos preparan para las crueles maravillas del futuro. - ¡Ahora comprendo! Al menos eso explicarMa la misteriosa actividad que hay en las ruinas de la fAbrica. A propSsito, su picnic no explica eso. - ¿CSmo que no? Alguna de las niYAas pudo olvidar su osito a cuerda en la pradera. - ¡Vamos! ¡Lindo osito! ¡Hace temblar la tierra a su alrededor! ¿QuI le parece si tomamos una cerveza? ¡Rosalie! ¡Dos cervezas para los xenSlogos! Es muy agradable charlar con usted, ¿sabe? Me despeja el cerebro, como si echara sal Inglesa en el crAneo. Uno trabaja y trabaja, y acaba por olvidar para quI, y lo que pasa, y cSmo disfrutar de la vida. Vino la cerveza. Noonan tomS un sorbo, mirando a Valentine por sobre la corona de espuma. iste examinaba su jarrita con cara de disgusto. - ¿No le gusta? - Generalmente no bebo - respondiS Valentine, no muy seguro. - ¿En serio? - ¡Al diablo con todo! - exclamS el cientMfico, apartando la jarra de cerveza -. Ya que estamos, pMdame un coYAac. - ¡Rosalie! - volviS a llamar Noonan, ya alegre. LlegS el coYAac. - Pero, en verdad, ustedes no deberMan seguir asM - dijo Noonan -. No hablo de su picnic, que ya es demasiado; pero aunque aceptemos la versiSn de que esto es un preludio al contacto, sigue sin gustarme. Comprendo eso de los brazaletes y los vacMos, pero ¿quI sentido tienen la jalea de brujas, las ronchas de mosquitos y esa horrible pelusa? - PerdSn - dijo Valentine, tomando una rodaja de limSn -. No comprendo esa terminologMa. ¿QuI roncha? Noonan se echS a reMr. - Son tIrminos populares, el argot de los merodeadores, lo que se usa en el comercio. Las ronchas de mosquitos son las zonas de gravitaciSn acentuada. - Ah, los graviconcentrados. Gravedad dirigida. Eso es algo de lo que me gustarMa hablar durante un par de horas, pero usted no comprenderla una palabra. - ¿Por quI no? Soy ingeniero, ¿sabe? - Porque yo mismo no entiendo. Tengo sistemas de ecuaciones, pero no la forma de interpretarlas. Y la jalea de brujas, ¿es el gas coloidal? - Exactamente. ¿OyS hablar de esa catAstrofe en los laboratorios Currigan? - Algo me dijeron. - Esos idiotas pusieron un envase de porcelana con esa jalea en un cuarto especial, completamente aislados. Es decir, ellos creyeron que estaba aislado. Y cuando abrieron el envase, mediante manipuladores, la jalea atravesS el metal y el plAstico y pasS afuera, como agua por un colador. Todo lo que tocS se convirtiS tambiIn en jalea. Murieron treinta y cinco personas, hubo mAs de cien heridos que quedaron lisiados y todo el edificio quedS destruido. ¿ConocMa las instalaciones? ¡MagnMficas! Ahora la jalea se ha filtrado hasta el sStano y los pisos inferiores. Lindo preludio para un contacto. Valentine hizo una mueca. - SI, estaba enterado de todo eso. Pero estaremos de acuerdo, Richard, en que los visitantes no tuvieron nada que ver con eso. No podMan conocer la existencia de nuestros complejos de industria militar. - Debieron saberlo - insistiS Noonan, - Tal vez ellos responderMan que esos complejos hace tiempo debieron haber desaparecido. - Seguro. Y ellos mismos debieron encargarse de eso, ya que son tan poderosos. - ¿Sugiere usted una interferencia en los asuntos internos de la raza humana? - ¡Hum! - farfullS Noonan -. Creo que estamos llegando demasiado lejos. DejImoslo asM. Propongo que volvamos al principio de nuestra discusiSn. ¿CSmo terminarA todo esto? Usted, por ejemplo; es cientMfico. ¿Tiene esperanzas de que obtengamos algo fundamental de la Zona, algo que altere la ciencia, la tecnologMa, nuestro modo de vida? Valentine se encogiS de hombros. - Se equivoca de puerta, Richard. No me gusta fantasear porque sM. Cuando el tema es serio prefiero volverme a un saludable y prudente escepticismo. BasAndonos en lo que ya hemos recibido hay un amplio espectro de posibilidades; no puedo decir nada concreto. - Muy bien, probemos otro enfoque. SegZn su opiniSn: ¿quI hemos recibido hasta ahora? - Le parecerA divertido, pero es muy poco. Hemos desenterrado muchos milagros; en unos pocos casos descubrimos cSmo emplear esos pocos milagros en provecho propio. Un mono oprime un botSn rojo y obtiene una banana; oprime uno blanco y obtiene una naranja; pero no sabe cSmo obtener bananas y naranjas sin los botones. Tampoco entiende quI relaciSn tienen los botones con la fruta. FMjese en los asM-asM, por ejemplo. Descubrimos el modo de emplearlos. Hasta llegamos a descubrir las circunstancias bajo las cuales se multiplican, por un proceso similar a la divisiSn celular. Pero todavMa no hemos podido hacer un solo asM-asM. Ni siquiera sabemos cSmo funcionan, y a juzgar por las evidencias actuales pasarA mucho tiempo antes de que lo sepamos, "Lo dirI de otro modo. Hay objetos a los cuales hemos hallado utilidad. Los empleamos, pero casi con seguridad no les damos el uso que les daban los visitantes. Estoy seguro de que en la gran mayorMa de los casos estamos martillando clavos con microscopios. Pero al menos damos utilidad a algunas cosas: los asM-asM y los brazaletes, con los que estimularnos los procesos vitales. Y varios tipos de masas cuasi biolSgicas, que han provocado una revoluciSn en la medicina. Hemos recibido nuevos tranquilizantes nuevos tipos de fertilizantes minerales, que son una novedad en la agricultura. Pero para quI hacer una lista. Usted lo sabe mejor que yo; veo que usa un brazalete. Digamos que este grupo de objetos es benIfico. Se puede decir que han beneficiado a la humanidad en cierto grado, aunque no debemos olvidar que, en nuestro mundo euclidiano, cada palo tiene dos extremos. - ¿Aplicaciones indeseables? - Exactamente. Por ejemplo, el uso de los asM-asM en la industria bIlica. Pero no es de eso de lo que estoy hablando. Ya se ha estudiado y explicado, mAs o menos, el efecto de los objetos benIficos. Nuestra tecnologMa avanza. Dentro de cincuenta aYAos, o mAs, sabremos cSmo fabricarlos por nuestra cuenta y podremos roer huesos a gusto. Pero con el otro grupo de objetos las cosas son mAs complicadas, porque no les hemos hallado aplicaciSn; sus cualidades, en el marco de nuestros conceptos presentes, nos son definitivamente incomprensibles. Las trampas magnIticas, por ejemplo. Sabemos que son trampas magnIticas; Panov lo probS con mucha inteligencia, Pero no conocemos la fuente de ese poderoso campo magnItico, ni quI causa su superestabilidad. En lo que a ellos se refiere, no entendemos nada. SSlo podemos tejer fantAsticas teorMas acerca de propiedades del espacio que hasta ahora no hablamos sospechado. O el K-23. ¿CSmo lo llaman? Esas lindas cuentas negras que se usan en joyerMa. - Gotitas negras. - Eso es, las gotitas negras. El nombre es adecuado. Bueno, usted ya conoce sus propiedades. Si uno proyecta un rayo de luz en una de esas cuentas, la transmisiSn de la luz se demora, y esa demora depende del peso de la cuenta y de varios parAmetros mAs. Y la unidad de luz que sale es siempre menor que la entrada. ¿QuI es esto? ¿Por quI se produce? Hay una descabellada teorMa, segZn la cual las gotitas negras son gigantescas expansiones de espacio con propiedades distintas a las del nuestro, y que se han comprimido bajo la influencia de nues